El
secuestro ocasiona en los niños una
grave descompensación en su desarrollo
normal y dependiendo de la edad, pueden
sufrir severos traumatismos de tipo
psicológico.
Pasado
el cautiverio los niños pueden presentar
desde pequeños cambios en el estado
de ánimo, (períodos oscilantes entre
alegría y tristeza), regresiones significativas
en su comportamiento (volver a orinarse
en la cama, volver a chupar dedo, hablar
a media lengua, etc.) hasta estados
críticos de mutismo (perdida voluntaria
del habla), autismo (bloqueo total de
la comunicación), etc. Estas reacciones
varían de acuerdo a cada niño y a su
edad.
Los
niños menores de 6 años no entienden
lo que significa un secuestro ni sus
razones; experimentan durante el cautiverio
un profundo sentimiento de abandono
y una intensa angustia frente a la separación
de sus padres. Por lo general se culpan
a sí mismos de lo ocurrido o le adjudican
explicaciones de tipo mágico a esta
situación.
La
separación abrupta de los padres, en
el niño que ha sido víctima del secuestro,
produce especialmente en los más pequeños
un grave trastorno afectivo, debido
principalmente a que la estabilidad
emocional en edades tempranas depende
del vinculo materno. Estudios realizados
con niños que han vivido situaciones
de guerra han mostrado que a los niños
pequeños no les importa las bombas ni
los tiros, etc, mientras se encuentren
al lado de su madre.
Los
niños mayores de 6 años son menos vulnerables
al ambiente extrafamiliar, ya no dependen
tanto emocionalmente de su núcleo familiar,
diferencian mejor entre lo bueno y lo
malo de algunas situaciones, aprenden
a través del colegio nuevas cosas del
mundo distinto a su familia.
Algunos
pueden entender lo que significa el
secuestro aunque no se explican las
razones y aunque también se observa
un inmenso sentimiento de abandono durante
el cautiverio, los elementos cognoscitivos
que están desarrollando en esta edad
les posibilita un mayor control de la
situación. Esto no quiere decir que
a niños más grandes no les afecte profundamente
el cautiverio. Quiere decir, que el
traumatismo que sufren los niños mayores
de seis años se evidencia de una manera
más específica:
En
los días posteriores a la liberación
pueden tener pesadillas, temores, miedos
a salir de la casa, alteraciones del
sueño y en la comida, sus estados de
ánimo pueden variar súbitamente; de
pronto que no tenga deseos de hablar
de lo sucedido o hablar reiteradamente
sobre la situación.
Pueden
mostrare conductas agresivas, actuando
como sus captores, pueden mostrar un
excesivo retraimiento, apatía y desinterés.
Con
el paso del tiempo estas reacciones
van desapareciendo y el comportamiento
del niño tiende a normalizarse. Se habla
de trauma cuando pasados cuatro meses,
estos comportamientos aún no desaparecen.
En
los jóvenes entre 12 y 18 años, el secuestro
puede producir serios daños psicológicos.
Aunque en esta edad se poseen las suficientes
herramientas cognoscitivas para entender
lo que es un secuestro, se pueden observar
bruscos cambios comportamentales durante
largos períodos de tiempo (por ejemplo
de extrovertidos a introvertidos, de
sociables a apáticos, etc.)
Los
muchachos a esta edad suelen presentar
confusiones y ambivalencias que les
genera su relación con los secuestradores,
dependiendo del trato que estos les
hayan dado: algunos tienden a identificarse
con sus captores, a compartir sus opiniones.
Otros, en cambio, albergan profundos
sentimientos de venganza y rencor.
Así
mismo, no hablan de la experiencia vivida
con sus padres o personas del núcleo
familiar. Experimentan intensos sentimientos
de incomprensión, de no encontrar "un
sitio en el mundo" lo que en muchas
ocasiones les acarrea conflictos con
relación al futuro y las perspectivas
de vida.
Con
el paso del tiempo estas reacciones
van desapareciendo y el comportamiento
del joven tiende a normalizarse; paulatinamente
empieza a comportase de la misma forma
en que lo hacía antes del secuestro.
Los
chicos poseen una gran capacidad de
recuperación física y mental, y por
esta razón es importante tener en cuenta
todos los cambios que puedan presentar
y el tiempo en que vuelven a su comportamiento
habitual. Se habla de trauma psicológico
si pasado más o menos cuatro meses,
las reacciones extrañas, anteriormente
anotadas, aún no desaparecen.
Existen
cuatro factores que influyen notablemente
para que el menor secuestrado presente
o no síntomas de trauma psicológico:
1.
Las condiciones físicas y emocionales
del cautiverio.
2.
Los recursos de personalidad y manera
de ser.
3.
La vinculación afectiva que tenga el
menor con sus padres y hermanos.
4.
Las redes de apoyo social con que cuente
él y su familia.
(Fundación
País Libre, 1997)